Apenas comienza a comprenderse la relación entre la depresión y el desequilibrio en la microbiota intestinal (los millones de microorganismos que viven en el intestino) para intentar explicar, en parte, por qué surge la depresión y cómo podría combatirse realizando algunos cambios en nuestro estilo de vida -como una mejora en nuestra alimentación- que busquen reestablecer, justamente, el equilibrio de la microbiota. Lo anterior lo traigo a colación porque hace unos días, el pasado 25 de abril, un grupo de investigadores presentó un trabajo en la revista Science en el que se afirma haber encontrado un vínculo entre la microbiota intestinal, la vitamina D y el cáncer.
Y es que, mediante experimentos con ratones, encontraron que aquellos a los que se les dio una dieta rica en vitamina D tuvieron una mejor resistencia inmunitaria a tumores previamente trasplantados, así como una mejor respuesta a tratamientos inmunitarios.
La vitamina D se adquiere principalmente a través de la piel cuando ésta se expone a los rayos UV del Sol y, en mucho menor medida, a través de los alimentos; su función es la de absorber el calcio (una sustancia que es fundamental para tener huesos fuertes y resistentes).
También, algunos estudios relacionan la falta de ella con cuadros depresivos y otros trastornos del estado de ánimo.
Ahora bien, resulta que, a través de una serie de experimentos, los científicos encontraron que aquellos ratones a los que se les administró una dieta rica en vitamina D tuvieron una mejor resistencia inmunitaria, por lo tanto, eran menos propensos a que los tumores cancerosos, los cuales se les había trasplantado, se expandieran e hiciesen estragos en órganos y tejidos.
También hallaron que dicha vitamina actúa en las células epiteliales del intestino, lo que se traduce en un incremento de una bacteria llamada Bacteroides fragilis, cuya presencia está relacionada con una mejor inmunidad hacia el cáncer debido a que se observó que los tumores trasplantados en los ratones no crecieron significativamente.
Para comprobar si la bacteria por sí sola proporcionaría una mejor inmunidad, a los ratones -que en ese momento llevaban una dieta normal- se les administró Bacteroides fragilis.
Con ello hallaron que, efectivamente, la presencia de la bacteria estaba relacionada con una mayor resistencia al crecimiento de los tumores; y, en cambio, cuando había una deficiencia importante de vitamina D, los tumores crecían.
Al respecto, en una entrevista concedida al portal de internet Medical Xpress, el autor principal de la investigación, Evangelos Giampazolias del Instituto Francis Crick de Reino Unido, mencionó que “una pregunta clave que actualmente estamos tratando de responder es cómo exactamente la vitamina D apoya un microbioma considerado bueno. SI respondemos a esto, podríamos descubrir nuevas formas en las que el microbioma influye en el sistema inmunológico, ofreciendo potencialmente posibilidades interesantes para prevenir o tratar el cáncer”.
Evidentemente, a través de este experimento pudo comprobarse -al menos parcialmente debido a que tendrán que realizarse más pruebas para confirmarlo– la existencia de un vínculo importante entre bajos niveles de vitamina D, el cáncer, la microbiota intestinal y, por supuesto, el sistema inmunitario.
¿Pero lo mismo podría suceder en seres humanos? ¿Los experimentos con ratos arrojarían resultados similares cuando son aplicados a nuestra especie?
A pesar de que ratones y seres humanos somos mamíferos y compartimos el 99% de nuestros genes, muchas veces los experimentos realizados en los primeros no pueden replicarse en humanos y viceversa. Pero ello no quiere decir que siempre esto suceda así.
De hecho, este reciente hallazgo quizá tenga, en el futuro no muy lejano, repercusiones muy importantes para el tratamiento de tumores cancerosos.
Por otro lado, otros estudios -a pesar de no ser concluyentes- han establecido una relación entre deficiencia de vitamina D con el riesgo de contraer cáncer. De hecho, para investigar este vínculo, un grupo de investigadores daneses analizaron un conjunto de datos de más de 1 millón de personas de Dinamarca. El resultado fue una relación importante entre niveles bajos de vitamina D y un mayor riesgo de cáncer.
Otra investigación, no relacionada con la de Dinamarca, también encontró, aunque tampoco de manera concluyente, que las personas con niveles más altos de vitamina D tenían más probabilidades de responder bien a los tratamientos contra el cáncer basados en tratamientos inmunológicos.
Evidentemente, lo que se busca con todos estos estudios es encontrar una cura definitiva para esta enfermedad.
Para ello, la edición genética -que cada día cobra mayor importancia- será tan solo una de las piezas clave para encontrarla; y no solamente la edición genética para fines terapéuticos, sino también las terapias inmunitarias y, quizá, si puede replicarse en humanos, la investigación en torno a la bacteria Bacteroides fragilis y su relación con la vitamina D, a la cual ya me he referido.
El panorama, sin lugar a duda, parece esperanzador.
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FFO