Si hay una fruta que nunca nos puede faltar en la cocina, sin lugar a duda, es el chayote. Su nombre proviene del náhuatl “chayotli” que significa “calabacita espinosa” y esa es justo una de sus peculiaridades.
A simple vista tiene pequeñas púas que recubren su cáscara verde. Al partirlo, encontramos en su interior carne blanda y mucho jugo, el cual contiene vitaminas y minerales que nos permiten gozar de buena salud.
El chayote forma parte de la dieta precolombina, donde se encontraron los primeros hallazgos de sus beneficios para la salud humana. La especie más conocida es sechium edule, originaria de México y anteriormente cultivada por los Aztecas y Mayas.
De acuerdo con Larousse Cocina, esta hortaliza la identificamos en el mercado bajo las nomenclaturas “chayotito”, “erizo”, “espino” y “huisquil”. Asimismo, lo distinguimos por su color verde oscuro, claro y blanco, dependiendo la región de procedencia.
Además de sus fines culinarios, el chayote se aprovecha para la nutrición animal, en aplicaciones biotecnológicas, elaboración de cosméticos y fármacos de origen natural, como lo pueden ser jarabes y extractos.
En cuanto a la herbolaria, dicho alimento resulta eficaz para tratar enfermedades como la diabetes, estreñimiento, bronquitis, asma, dolor articular, mastitis, ictericia y para preparar disolventes de cálculos renales, señala el Instituto de Ecología, A.C.
También se le atribuye una potente acción contra la hipertensión, favorecer la cicatrización de úlceras o reducir la inflamación intestinal y cutánea. Otra ventaja del chayote es que sus hojas y raíz alojan metabolitos especializados.
Los anteriores compuestos son antimicrobianos, antioxidantes y neuroprotectores, por lo que es posible aseverar que esta hortaliza mejora la salud del cerebro y protege las células del estrés oxitativo.
Como lo mencionamos anteriormente, todos los componentes del chayote pueden aprovecharse sin que representen un problema para la salud. De hecho, es preferible comerlo con cáscara, así nos aseguramos de tener todos sus nutrientes.
Tanto en la cáscara, como en el hueso y la carne encontramos vitamina C, folato, tiamina, riboflavina y piridoxina, así como proteínas y fibra soluble e insoluble.
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